jueves, 30 de junio de 2011

Datos preocupantes sobre la Obesidad

Según la OMS el sobrepeso y la obesidad son el quinto principal factor de riesgo de muerte en el mundo, anualmente fallecen aproximádamente 3 millones de personas adultas como consecuencia del sobrepeso y la obesidad, además del 44% de las muertes de personas diabéticas, el 23% de las personas con cardiopatías isquémicas y entre el 7% y el 41% del total de algunos cánceres son atribuibles al sobrepeso y la obesidad.

En el año 2008, según la OMS existian en el mundo.

  • 1500 millones de adultos de 20 y más años tenían sobrepeso.

  • De esta cifra, más de 200 millones de hombres y cerca de 300 millones de mujeres eran obesos. 

  • En general, más de una de cada 10 personas de la población adulta mundial eran obesas.


  • En 2010, alrededor de 43 millones de niños menores de cinco años de edad tenían sobrepeso. El sobrepeso y la obesidad han tenido un notable incremento en los paises del llamado tercer mundo o en vías de desarrollo, sobre todo en las zonas urbanas.

    En los países en vias de desarrollo actualmente viven cerca de 35 millones de niños con sobrepeso, mientras que en los países desarrollados esa cifra es de 8 millones.

    Lo que nos lleva a afirmar que en nuestro países en vías de desarrollo tenemos un problema serio de sobrepeso y obesidad en nuestro niños, para lo cual tenemos, sobre todo los padres, educarnos en cuanto a cómo alimentar a nuestros hijos, calidad de la alimentación, estilos de vida, ejercicios, para poder disminuir estas alarmantes cifras.

    Sobrepeso y Obesidad

    El sobrepeso y la obesidad se definen como una acumulación anormal o excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud.

    Para calcularlo de una manera simple, podemos utilizar el índice de masa corporal o IMC, donde se divide el peso de una persona en kilos por el cuadrado de su talla en metros (kg/m2).

    IMC = Peso en Kg
                (Talla m)2

    La Organización mundial de la salud lo define como sigue:
    • Un IMC igual o superior a 25 determina sobrepeso.
    • Un IMC igual o superior a 30 determina obesidad.
    Para calcular tú IMC

    viernes, 17 de junio de 2011

    Valor Nutritivo de los Alimentos


    El valor nutritivo de los alimentos depende de la cantidad y calidad de sus componentes, así como de la presencia o ausencia de sustancias que afecten a su utilización nutritiva (digestibilidad, absorción o metabolismo) o con efectos tóxicos. Es ésta una de las razones por la que los alimentos se clasifican según criterios variables.

    Clasificación de los Alimentos


    Los alimentos se clasifican también en los siguientes grupos básicos:
    1. Grupo de la leche y derivados
    2. Grupo de la carne
    3. Grupo de las verduras y las frutas
    4. Grupo del pan y los cereales
    5. Grupo de las grasas

    Existen una serie de alimentos y bebidas, que no se consideran básicos, por lo que se incluyen en la denominación de alimentos complementarios: azúcar y productos azucarados, grasas, bebidas estimulantes y alcohólicas.





    miércoles, 15 de junio de 2011

    Alimentación y Nutrición. Dos conceptos diferentes


    La nutrición es la ciencia que estudia los procesos por los cuales el organismo recibe, transforma y utiliza las sustancias que contienen los alimentos. Estas sustancias constituyen los materiales necesarios y esenciales para el mantenimiento de la vida.

    La alimentación se define como la forma y manera de proporcionar al cuerpo humano los alimentos que le son indispensables para el mantenimiento de sus funciones, es un acto consciente y voluntario, y está influida por factores culturales, económicos y sociales, mientras que la nutrición es un proceso involuntario e inconsciente.

    Por tanto, la nutrición comienza donde termina la alimentación y si bien existen muchas maneras de alimentarse sólo hay una de nutrirse, por lo que se puede afirmar que existen dos procesos diferenciados, y estrechamente interdependientes con una indudable repercusión sobre la salud-enfermedad: uno estrictamente biológico (el proceso de nutrición), y otro fundamentalmente social (el proceso de alimentación).


    Se entiende por alimento toda sustancia natural o transformada que contiene uno o más elementos nutritivos, mientras que nutriente es aquella sustancia química pura contenida en los alimentos y que es necesaria para el mantenimiento de las células y órganos, para la reparación de tejidos y para constituir dispositivos de defensa eficaces frente a las enfermedades.

    Las funciones que desempeñan los nutrientes son:

    1. Función energética. Este papel está reservado a los lípidos y a los carbohidratos, y la energía que contienen es liberada en forma de trifosfato de adenosina (ATP), eliminando los productos de degradación en forma de carbónico (C02) y agua.
    2. Función reguladora. Está reservada a los minerales y a las vitaminas que no poseen valor energético, pero forman parte de moléculas complejas que son imprescindibles para el organismo (hormonas, enzimas).
    3. Función plástica. Papel reservado a las proteínas cuya misión es renovar y construir nuevos tejidos.  
    De forma concisa podemos decir que los nutrientes no están libres de forma natural, sino que se encuentran almacenados en los alimentos y, quimicamente se diciden en carbohidratos, lípidos, proteinas, agua, vitaminas y minerales.




    Insuficiencia vascular periférica y Obesidad


    La grasa acumulada en tejido celular subcutáneo y en la región inferior del cuerpo (clásico morfotipo ginoide de Vague), constituye uno de los factores predisponentes para la aparición de varices, aumentando el riesgo de trombosis venosa profunda.

    CELULITIS Y OBESIDAD

    Obesidad y celulitis son alteraciones diferentes. A pesar de que el tejido afectado en ambos procesos es el mismo (el tejido adiposo) hay diferencias etiopatogénicas, clínicas, evolutivas y terapéuticas que hacen que deban ser consideradas como dos entidades claramente diferenciadas.

    La celulitis puede considerarse como un síndrome clínico en el que se compromete la estructura normal del tejido adiposo ya que cursa con modificaciones significativas del tejido conectivo dérmico y subcutáneo acompañadas de alteraciones vasculares e hipertrofia de las células adiposas.

    Por el contrario, en la obesidad, lo único que se produce es un aumento del número o del tamaño de los adipocitos (sin que estos sufran ninguna alteración estructural) sin que se produzca ningún tipo de alteración bioquímica en ellos.

    Contrariamente a lo que ocurre con la celulitis que presenta ondulaciones y depresiones y que tiende a concentrarse en localizaciones corporales específicas la persona obesa presenta un tejido uniformemente grueso y sin irregularidades de forma generalizada a todo el cuerpo.

    Otra diferencia es el aspecto de la piel: áspera, de consistencia aumentada y con aspecto de cáscara de naranja al pinzarla entre los dedos en el caso de la celulitis, mientras que es suave, tensa y no presenta aspecto acolchado en la obesidad.

    La palpación exploratoria de la masa obesa no resultará dolorosa, mientras que sí lo será, en algunos casos, la del tejido celulítico.

    Finalmente, la celulitis tiene una prevalencia eminentemente ginoide, mientras que la obesidad presenta una tendencia epidemiológica mucho más paritaria.

    Alteraciones articulares y Obesidad

    Tanto las alteraciones agudas (artritis), como crónicas (artrosis) son mucho más frecuentes en el obeso; no hay que olvidar que nuestro cuerpo no está diseñado para soportar durante largos períodos de tiempo un peso inusualmente elevado.

    Existe una clara relación entre el exceso de peso y la aparición y progresión de enfermedades degenerativas del hueso, fundamentalmente en rodillas, caderas y en menor magnitud en tobillos. La mayoría de las veces la indicación de cirugía protésica articular requiere previamente una adecuada pérdida ponderal para que ésta pueda ser realizada con las mínimas garantías de éxito a medio y largo plazo.

    Cáncer y Obesidad

    En la obesidad existe un riesgo acumulado para padecer diferentes tipos de cáncer, como ha sido demostrado por numerosos estudios. En la relación entre exceso de peso y enfermedad neoplásica se pueden diferenciar dos grupos en función de su dependencia hormonal; así podríamos clasificarlos en:


    1.  Hormonodependientes: cáncer de mama, endometrio, ovario y próstata.

    2.  Hormonoindependientes: cáncer de riñón, hígado, colon y recto y vesícula biliar.


    En la patogenia de cada uno de estos dos grandes grupos estaría implicada la relación de las anomalías hormonales producidas por un exceso de grasa en el primer caso y la presencia de determinados hábitos alimentarios y de estilo de vida en el segundo (reducción de la fibra dietética y excesivo consumo de grasa).

    También el concurso de determinados factores de crecimiento como IGF1 y el estado de hiperinsulinismo que acompañan casi inexorablemente al individuo obeso, podrían desempeñar un papel importante en la aparición de neoplasia.

    Enfermedades Digestivas y Obesidad

    La obesidad está claramente relacionada con la aparición de enfermedades del tubo digestivo y del hígado. La colelitiasis es notablemente más frecuente en la mujer obesa, hasta el punto de que se han incluído como factores determinantes la presencia de cuatro ítems: mujer, multípara, obesa y añosa (Las cuatro F de Bernstein: female,fertility, fat and forty24. Esta situación se relaciona con un aumento en la excreción biliar de colesterol, junto a un deficiente funcionamiento de la vesícula biliar.

    Conviene recordar en este punto, que las pérdidas aceleradas de peso que acontecen tras la prescripción de dietas muy bajas en calorías (VLCD), comportan un incremento de riesgo para la aparición de barro biliar y litiasis.

    El hígado graso es otra constante prácticamente presente en la mayoría de los obesos. En un trabajo reciente de Felli et al, han encontrado que el 30% de los sujetos estudiados con el diagnóstico histológico de hígado graso no relacionado con la ingesta de alcohol, sin fibrosis ni hepatitis, tenía como único factor de riesgo el exceso de peso.

    Afortunadamente, en la obesidad la esteatosis hepática suele ser un proceso benigno que cursa con aumentos moderados de las transaminasas sin llegar la mayoría de las veces a la hepatitis y/o cirrosis. Así mismo, junto a la ingesta de alcohol y del tabaquismo, la obesidad se erige en un factor de riesgo para padecer reflujo gastroesofágico, por mecanismos aún del todo no bien dilucidados.

    Enfermedades respiratorias y Obesidad

    Se conoce desde antiguo que la obesidad afecta a la función mecánica respiratoria, especialmente durante el sueño, originando en los casos extremos el llamado síndrome de obesidad con hipoventilación o el síndrome de apnea del sueño (SAS).

     La hipoventilación, acompañada de hipercapnia, hipersomnia e insuficiencia ventricular derecha (cor pulmonale) es una frecuente causa de consulta en los obesos.

    En la patogenia de estas complicaciones se invoca al depósito de grasa en la pared torácica y abdominal (que imposibilitan la dinámica normal de la respiración), la disminución de la compliance pulmonar, hipotonía de la musculatura orofaríngea, hipercapnia y pérdida de la respuesta del centro respiratorio a los estímulos de hipercapnia e hipoxia.

    Obesidad y Cardiopatía Isquémica

    Los trabajos pioneros llevados a cabo por Keys y su grupo en estudios de corta duración concluyeron que la asociación entre obesidad y cardiopatía isquémica (CI) se establecía de forma indirecta, a través de la mayor prevalencia de hipertensión arterial y dislipidemia observada en los obesos.

    Es cierto que la obesidad eleva indirectamente el riesgo cardiovascular y la mortalidad total a través de potenciar otros factores de riesgo, como hipertrigliceridemia, colesterol LDL, hiperglucemia, hipertensión y descenso del colesterol HDL.

    En un análisis reciente de los datos del Münster Heart Study (PROCAM), considerando la relación entre el IMC y la mortalidad cardiovascular se ha puesto de manifiesto que el número de accidentes coronarios observados a lo largo de 8 años en 4.501 varones de 40 a 65 años fue prácticamente igual al número calculado utilizando la ecuación logística múltiple PROCAM de cálculo de riesgo, que incluye a 9 variables independientes (edad, TAS, LDL, HDL, TG, tabaco, diabetes, angina de pecho y antecedentes familiares de cardiopatía isquémica).

    Es decir, el IMC no parece tener un efecto directo o independiente sobre la morbimortalidad coronaria sino que ejerce dicho efecto a través del agrupamiento de los clásicos factores de riesgo cardiovasculares.

    En síntesis, de lo que no cabe duda es de la frecuente asociación de la obesidad con otras patologías que elevan el riesgo cardiovascular.

    El reciente estudio NHANES III (National Health and Nutrition Examination Survey III) ha puesto de relieve las principales comorbilidades asociadas a las elevaciones del IMC en la población norteamericana: diabetes, hipertensión e hipercolesterolemia.

    Además, los datos del grupo de Björntorp en Suecia pusieron de manifiesto hace años la relación directa entre obesidad central con hiperinsulinismo y la incidencia de Cardiopatía isquémica.

    martes, 14 de junio de 2011

    Hipertensión Arterial y Obesidad

    La obesidad y la hipertensión arterial son, probablemente, las dos patologías más prevalentes en los países desarrollados. La hipertensión es al menos 2,5 veces más frecuente entre los individuos obesos y se calcula que el 60% de los hipertensos presentan obesidad.
    Por otra parte, está demostrado que la pérdida de peso tiende a reducir las cifras tensionales, facilitándose también el control farmacológico de la hipertensión. Heyden et al, han calculado que eliminando la obesidad desaparecería la hipertensión en el 48% de los hipertensos de raza blanca y en el 28% de los de raza negra.
     
    En este mismo sentido, la pérdida de peso reduce la actividad simpática y la actividad de renina plasmática con independencia de la ingesta de sodio. Numerosos estudios epidemiológicos han asociado la hipertensión con la obesidad androide de tipo central, que es la más relacionada con el síndrome de resistencia a la insulina o síndrome metabólico. Por ello, se piensa que existe una relación etiopatogénica entre obesidad central, resistencia a la insulina, hiperinsulinismo e hipertensión arterial.

    Es sabido que el hiperinsulinismo compensador puede causar hipertensión al menos a través de tres mecanismos: aumento de la reabsorción renal de sodio, activación del sistema simpático y acción directa sobre la musculatura lisa arterial, donde existen receptores para la insulina, y la inducción de hipertrofia de la musculatura vascular lisa.

    Colesterol, triglicéridos y Obesidad

    Las alteraciones lipídicas más estrechamente vinculadas a la obesidad son el aumento de los triglicéridos y la disminución del colesterol HDL. La hipertrigliceridemia es un importante factor desencadenante del aumento de partículas LDL pequeñas y densas, con mayor capacidad aterogénica.

    Como es sabido, tanto las VLDL como las LDL transportan únicamente una molécula de apoB-100, parámetro que nos sirve como marcador del número de partículas LDL circulantes. Por ello, cuando se elevan las partículas LDL pequeñas y densas suben los valores plasmáticos de apoB, aun cuando no se produzca elevación del colesterol plasmático.

    Desde el punto de vista práctico, la pérdida de peso va seguida de una mejoría o normalización del perfil lipídico, especialmente de triglicéridos y colesterol HDL, siendo estos cambios especialmente llamativos en los obesos sometidos a cirugía bariátrica.

    Hiperuricemia y gota



    En obesidades con IMC por encima de 30 kg/m2 es frecuente detectar hiperuricemia, siendo la litiasis úrica y la gota complicaciones frecuentes y bien conocidas en los obesos, especialmente de tipo central.

    Diabetes mellitus Tipo 2 y Obesidad

    Numerosos estudios han puesto de manifiesto la existencia de una clara relación entre la obesidad y la diabetes tipo 2. No debe olvidarse que más del 70% de los diabéticos tipo 2 son también obesos. En estudios longitudinales, como el Nurse’s Health Study, se puso de manifiesto cómo el aumento del IMC elevaba de forma exponencial el riesgo a padecer diabetes tipo2.

    Es probable que la obesidad y la diabetes compartan la misma fisiopatología: la resistencia a la insulina en el hígado y tejidos periféricos, acompañada en las fases iniciales de hiperinsulinismo compensador y, más tarde, de fallo de la célula beta, momento en el cual aparece la diabetes tipo 2.

    En los obesos, la resistencia a la insulina es muy frecuente; localizada en los adipocitos facilita la lipogénesis mientras que en el hígado y músculo se ve favorecida la liberación de glucosa hepática y dificultada la captación de glucosa en las células musculares.

    Con el tiempo, en algunos obesos se inicia el fallo de la célula beta, apareciendo insulinopenia con hiperglucemia de rango diabético. Es fundamental pautar estrategias higiénico-dietéticas para favorecer la pérdida de peso cuando todavía se dispone de una célula beta sana.

    Numerosos estudios han demostrado que de esta forma, y con una pérdida ponderal que no tiene que sobrepasar el 10% del peso inicial, se previene la instauración de la diabetes.

    Patologías Asociadas a la Obesidad

    Riesgos y patologías asociadas a la obesidad

    En la población general, la obesidad se asocia con aumento de la morbilidad y disminución de la expectativa de vida. Ciertamente, la observación de que la vida del obeso está más amenazada que la del sujeto de complexión normal, ha sido abvio desde la antiguedad, desde Hipócrates hasta el reconocimiento estadístico de las companías aseguradoras.

    Entre las enfermedades asociadas a la obesidad destacamos:










    Obesidad: Conceptos básicos



    Obesidad significa exceso de tejido adiposo, y se traduce por un aumento del peso corporal. No es fácil precisar qué debe entenderse por exceso de grasa, ya que la masa del tejido adiposo varía según la edad, sexo y grado de actividad física. Al envejecer disminuye la masa corporal magra (músculo y huesos) y aumenta el tejido adiposo, sin que necesariamente se gane peso.

    En sujetos normales a la edad de 20 años la grasa representa el 15%-18% del peso del hombre y el 20%- 25% del de la mujer, mientras que a los 70 años las cifras son del 25% y 36%, respectivamente. Teniendo en cuenta estas consideraciones la obesidad puede definirse como todo exceso de tejido adiposo que va acompañado de elevación ponderal y representa un riesgo para la salud.
       
    Diagnóstico y Clasificación
     
    Para cuantificar la grasa corporal se utiliza preferentemente el índice de masa corporal (IMC) o índice de Quetelet:
     
    IMC = peso en kg/talla en m2

                                           Calculadora de IMC

                             

     
    En adultos, valores de IMC superiores a 25,0 e inferiores a 30,0 kg/m2 se consideran sobrepeso u obesidad leve. Entre 30,0 y 34.9 es obesidad grado I, de 35 a 39.9 se considera obesidad grado II y por encima de 40 se trata de obesidad muy grave o mórbida.
    La medida del espesor del pliegue cutáneo es un procedimiento frecuentemente utilizado, en combinación con el IMC para estimar la grasa corporal, habitualmente en el pliegue tricipital. La medición se realiza con un lipómetro y el espesor del pliegue cutáneo tricipital del brazo no dominante no debe ser superior a 23 mm.
      
    La distribución regional de la grasa es un parámetro de gran importancia clínica ya que el riesgo de complicaciones cardiovasculares es mayor en la obesidad de distribución central o visceral. Hasta hace unos años se recomendaba calcular el llamado índice cintura/cadera, midiendo con una cinta métrica a esos dos niveles. Valores superiores a 0,85 en la mujer o a 1,0 en los hombres se consideraban diagnósticos de obesidad central o tipo androide.
    Recientemente se ha comprobado que la simple medición del contorno abdominal a nivel umbilical proporciona datos valiosos y suficientes y evita los posibles errores de dos mediciones. Un perímetro abdominal superior a 102 cm en hombres o más de 88 cm en mujeres se considera diagnóstico de obesidad central.
     
    La clasificación de la obesidad puede establecerse utilizando distintos criterios. Si nos atenemos a factores etiológicos, la dieta hipercalórica, rica en grasas saturadas, colesterol y alcohol, es la causa más frecuente de obesidad en las sociedades industrializadas.

    La ingesta de algunos fármacos (glucocorticoides, fenotiazinas, antidepresivos tricíclicos, sales de litio), al aumentar el apetito, es también una causa frecuente. La obesidad de origen neuroendocrino y la genética son poco frecuentes pero poseen un indudable interés, ya que han facilitado el conocimiento de aspectos fisiopatológicos de la obesidad en general.